Hay un solo Dios vivo y verdadero (Deuteronomio 6:4; Isaías 45:5-7; 1 Corintios 8:4), un Espíritu infinito que todo lo sabe (Juan 4:24), perfecto en todos sus atributos, uno en esencia, que existe eternamente en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14), cada una de las cuales merece igualmente adoración y obediencia.
Tambien véase Génesis 1:1,26,27; Génesis 3:22: Salmo 90:2; Mateo 28:19; 1 Pedro 1:2;
2 Corintios 13:14.
Enseñamos que Dios el Padre, la primera Persona de la Trinidad, ordena y dispone todas las cosas según Su propio propósito y gracia (Salmo 145:8-9; 1 Corintios 8:6). Él es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31; Efesios 3:9). Como el único Gobernante absoluto y omnipotente del universo, Él es soberano en la creación, la providencia y la redención (Salmo 103:19; Romanos 11:36). Su paternidad involucra tanto Su designación dentro de la Trinidad como Su relación con la humanidad. Como Creador, Él ha decretado para Su propia gloria todas las cosas que suceden (Efesios 1:11). Él continuamente sostiene, dirige y gobierna todas las criaturas y eventos (1 Crónicas 29:11). En Su soberanía, Él no es el autor ni el que aprueba el pecado (Habacuc 1:13; Juan 8:38-47), ni reduce la responsabilidad de las criaturas morales e inteligentes (1 Pedro 1:17). Él ha escogido misericordiosamente desde la eternidad pasada a aquellos a quienes Él quiere tener como Suyos (Efesios 1:4-6); Él salva del pecado a todos los que vienen a Él por medio de Jesucristo; Él adopta como suyos a todos los que vienen a Él; y se convierte, al ser adoptado, en Padre de los suyos (Juan 1:12; Romanos 8:15; Gálatas 4:5; Hebreos 12:5-9).
Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, posee todas las excelencias divinas, y en estas Él es igual, consustancial y coeterno con el Padre (Juan 10:30; 14:9).
El Hijo eterno, la segunda Persona de la Trinidad, se encarnó sin alterar su naturaleza divina ni renunciar a ninguno de los atributos divinos, se despojó a sí mismo al asumir una naturaleza humana plena, consustancial a la nuestra, pero sin pecado. (Filipenses 2:5-8; Hebreos 4:15; 7:26).
Jesucristo fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María (Lucas 1:35) )
de modo que dos naturalezas enteras, perfectas y distintas, la divino y humano. Él es, por tanto, verdadero Dios y verdadero hombre, pero un solo Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre.
Nuestro Señor Jesucristo logró nuestra redención a través del derramamiento de Su sangre y muerte sacrificial en la cruz y que Su muerte fue voluntaria, vicaria, sustitutiva, propiciatoria y redentora (Juan 10:15; Romanos 3:24-25; 5:8; 1 Pedro 2:24).
Su resurrección fue física y literal de entre los muertos y ahora media como nuestro Abogado y Sumo Sacerdote (Mateo 28:6; Lucas 24: 38-39; Hechos 2:30-31; Romanos 4:25; 8:34; Hebreos 7:25; 9:24; 1 Juan 2:1). El Señor Jesucristo es Aquel por quien Dios juzgará a toda la humanidad (Juan 5:22-23):
El Espíritu Santo es la tercer persona de la Trinidad, consustancial con el Padre y el Hijo de Dios. Está presente en el mundo para mantener conscientes a los seres humanos de su necesidad de Cristo Jesús. Obra el nuevo nacimiento y vive en cada cristiano, sellándolo desde el momento de la salvación. Provee al cristiano el entendimiento de las verdades espirituales y soberanamente nos dirige en la voluntad de Dios, el da poder al creyente y consuela en la aflicción, t tambien imparte dones espirituales de manera soberana, con los cuales el creyente responde al llamamiento de servir y ministrar. Véase 1 Corintios 3:17; Juan 16:7-13; 14:16,17; Hechos 1:8; 1 Corintios 2:12; 3:16; Efesios 1:13; Gálatas 5:25; Efesios 5:18.
La Biblia es la Palabra de Dios, escrita por autores humanos, hombres santos bajo la inspiración del Espíritu Santo. Es el recurso supremo de verdad para la creencia y vida cristiana. Por ser inspirada por Dios, es verdad irrefutable en su totalidad. Nuestra primera pregunta al enfrentar una decisión es: ¿Qué dice la Biblia al respecto? Practicamos la lectura diaria, el estudio y la memorización de textos bíblicos. La Biblia es la base para todo lo que creemos y hacemos.
Véase 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21; 2 Timoteo 1:13; Salmo 119:105, 160; 12:6, Proverbios 30:5.
El hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios para ser como Él en carácter. El hombre es el objeto supremo de la creación de Dios. Aunque el hombre tiene una gran capacidad para hacer el bien, está manchado por la tendencia de desobedecer a Dios. Esta desobediencia se llama, “pecado”. El pecado ha destituido a las personas de la gloria Dios, causa muchos problemas en la vida y al final de la vida llevara a las personas a la condenación eterna en el infierno. Véase Génesis 1:27; Salmo 8:3-6; Isaías 53:6a; Isaías 59:1, 2; Romanos 3:23.
La salvación es el don de Dios, pero es necesario aceptarlo. No podemos ofrecer buenas obras ni mejoramiento personal como compensación por nuestros pecados. Solamente confiando en que Jesucristo es la oferta de Dios para el perdón de nuestros pecados, podemos ser salvos. La vida eterna comienza en el momento en que recibimos a Cristo como Salvador y Señor, dándole a Él todo control. Véase Juan 14:6; Romanos 5:1; 6:23; Gálatas 3:26; Efesios 2:8-9;
Tito 3:5; Juan 3:16.
Dios nos da vida eterna a través de Cristo Jesús. Por lo tanto, el creyente está seguro en esa salvación eterna. La salvación no se puede perder. La salvación se obtiene y se mantiene por la gracia y el poder de Dios.
Véase Juan 10:29; 1 Timoteo 1:12; Hebreos 7:25; 10:10-14; 1 Pedro 1:3-5.
La iglesia universal de Cristo es la comunidad de todos los redimidos por su sangre.
El Señor la estableció y Él es su Salvador y su Cabeza. De acuerdo al Nuevo Testamento,
la iglesia local es un cuerpo autónomo, cuyos miembros son dotados y guiados por el Espíritu Santo para hacer la labor de predicar el evangelio y edificar al creyente.
Reconocemos el valor de la cooperación voluntaria con otras iglesias u organizaciones de igual fe y orden, pero creemos que cada iglesia local debe tener gobierno propio y ser independiente de cualquier control denominacional. Instamos a la congregación a determinar su propia estrategia, estructura y estilo. La iglesia se sustenta con los diezmos y las ofrendas de los creyentes. Véase: Hechos 15 (Concilio en Jerusalén); Colosenses 1:18 (BA)
2 Corintios 9:7 (RV)
Las personas fueron creadas para existir para siempre. Tenemos dos opciones: podemos existir separados de Dios eternamente por el pecado, o unidos a Dios por su perdón y salvación. La separación eterna de Dios es el infierno. El vivir en unión eterna con Él es la vida eterna en el cielo. El cielo y el infierno son lugares reales para una existencia eterna. Véase Mateo 1:8; 2:44, 46; Juan 2:25; 3:16; 5:11-13; Romanos 6:23; Apocalipsis 20:15.
Creemos que el matrimonio es una institución divina, creado por Dios entre un hombre y una mujer. La finalidad de Dios en esta institución es el compañerismo y la procreación. El matrimonio de un hombre y una mujer con su respectiva descendencia biológica forman la familia que al mismo tiempo constituye la base de toda sociedad. Véase Génesis 2:20-25;
Ef. 5:21-33
Solamente Dios es Señor de la conciencia, y Él la ha dejado libre de las doctrinas y de los mandamientos de hombres que son contrarios a su Palabra o no contenido en ella. La iglesia y el estado deben estar separados. El estado debe protección y completa libertad a toda iglesia en el ejercicio de sus fines espirituales. La iglesia no debe recurrir al poder civil para realizar su obra. El evangelio de Cristo considera solamente los medios espirituales para alcanzar sus fines. El estado no tiene derecho a imponer penalidades por opiniones religiosas de cualquier clase. El estado no tiene derecho a imponer impuestos para el sostenimiento de ninguna forma de religión. El ideal cristiano es el de una iglesia libre en un estado libre, y esto implica el derecho para todos los hombres del acceso libre y sin obstáculos a Dios, y el derecho a formar y propagar opiniones en la esfera de la religión, sin interferencia por parte del poder civil.
Véase Génesis 1.27; 2.7; Mateo 6.6-7,24; 16.26; 22.21; Juan 8.36; Hechos 4.19-20;
Romanos 6.1-2; 13.1-7; Gálatas 5.1,13; Filipenses 3.20; 1 Timoteo 2.1-2